Me gustaba eso de que cuando estábamos solos podíamos hablar en la oscuridad, sin tu ego, sin mi vergüenza; me gustaba eso que dijimos que eras.
Había olvidado que me gustabas, que hablábamos tanto, que te esperaba y que tenías excusas; que buscaras cualquier razón para buscarme y que los demás siempre importaran.
Entonces sonaron las cuerdas, sonaron mal y recordé todo lo demás.
Entonces sonaron las cuerdas, sonaron mal y recordé todo lo demás.