domingo, 1 de septiembre de 2013

No-Cumpleaños


No recuerdo cómo eran estas fechas antes de que me fuera. Mi única imagen es la de una fotografía de mis 10 mostrando en una sonrisa amplia las paletas de la edad. Y alrededor globos, guirnaldas y un tarrito de decoupage lleno de bombones.
Después de eso ya no recuerdo más fotos. Recuerdo los 18 y cómo me echaron de la casa.
No sé en qué momento comencé a hacerme ilusiones con una fecha que hace tiempo es desagradable. Siempre, siempre es un día desagradable. No es que ocurra un accidente, no es que siempre hayan lágrimas, pero a veces uno espera, espera, espera y nada llega ni nadie llega.
No sé en qué momento comencé a amar los cumpleaños de otros, una excusa hermosa para darles un presente, para hacer que tengan un momento lindo para recordar, aunque sea un detalle, una sonrisa, un abrazo.
Y yo, por otro lado, lo evito, prefiero, de verdad prefiero quedarme en casa, sin contestar el teléfono, sin recodar a nadie, sin pensar si hay gente que me ha recodado; queriendo evitar que me saluden, porque se me hace el nudo en la garganta que ni yo puedo entender y trato de que no se me quiebre la voz cuando lamentan tanto que esté sola, que no haga algo, cuando lamentan que no haya torta, sonrisas, fotos, papel de regalo y yo escondiéndome para abrirlos.