lunes, 24 de febrero de 2014

Yo también soy patético, don José

Yo también soy patético, por eso somos iguales, don José.  Por eso yo también tengo una habitación al lado del registro nacional y nunca llego tarde al trabajo. Por eso yo también junto recortes de diarios y revistas, inventando vidas que jamás tendré.

Sí, por eso, a diferencia tuya, yo no saldré esta noche ni mañana ni las noches que sigan, porque, como don José, yo tampoco tengo tu vida; porque somos iguales, porque yo también soy patético.

Yo también me obsesiono, por eso somos iguales, don José. Porque yo también me preocupo por ordenar correctamente los archivos y tener una caligrafía impecable que solo a nosotros nos podría importar. Yo también me resfrío y solo tengo la pena de algún vecino que me trae un insípido caldo de pollo y a mi también me da una fiebre que me hace alucinar con conversaciones con el techo, porque a mi también él me dices las verdades que yo no quiero reconocer.

(Pero yo tengo mi mujer de cabellos blancas que me susurra las cosas al oído mientras rasguña mi espalda. pero yo no me puedo mirar al espejo, porque cuando me reconozco... porque cuando me reconozco...)


Don José, ¿se da cuenta lo iguales que somos?

Por eso no saldré, como tú, esta noche ni las que vengan, no habrá celebraciones de cumpleaños ni abrazos de año nuevo, porque yo también vivo solo en una habitación al lado de mi trabajo, con una puerta que da a los registros que complementarían las fichas que toman mis noches y que son la única emoción en mi vida.

Sí, yo también soy así de patético, don José.

domingo, 9 de febrero de 2014

Caparazón

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa.

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa porque hay puertas y ventanas para escapar.

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa porque hay llaves en los escaparates que nos permitirán salir; hay agujeros y madrigueras que al menos permitirán que nos escondamos.

A veces cuando el dolor es demasiado, no importa porque en la cama encuentro tus cabellos blancos que me consuelan.

A veces cuando el dolor es demasiado, no importa porque tengo las llaves que abren las puertas hacia tus cabellos blancos que me mienten.


*protegen

miércoles, 5 de febrero de 2014

Frágil III

Ya no recuerdo cuántas veces he prometido jamás volver a tocarte. Cuántas veces he dicho "solo una"; no, no recuerdo cuántas veces.

He intentado alejarte, alejar tu cuerpo frío que me envuelve, que se hunde entre mis manos y (de nuevo) en mi boca, en mi boca, otra vez, muchas veces, muchas veces hasta que termines.

Ya no sé cuántas veces he prometido, cuantas le dije "Nunca más"...
(prometer para volver a buscarte)