miércoles, 21 de mayo de 2014

Mendigo

Siempre escuché la historia de mi mamá muriendo de hambre durante el embarazo. Cómo tenía que tragarse el orgullo y la vergüenza para ir a pedirle un plato de comida a su mamá, mientras mi papá veía cómo conseguir un pan para él.

Siempre escuché la historia de mi papá mientras estudiaba en la capital. Cuando su almuerzo era un yogur de frutilla y esperaba que, en las noches, sus compañeros compartieran su once son él.

Siempre imaginé que algo así era muy triste.

Pero fue más triste vivirlo.

domingo, 6 de abril de 2014

Ilusa




Cuando ya no puedas contar hasta dos, seré yo quien esté, seré yo quien te acompañe.

Cuando las noches se vuelvan tan frías como para no poder caminar entre las tumbas, seré yo quien te atraiga a mi pecho llano.

Cuando ya  no te queden palabras, seré yo quien las deje en tu mejillas pálidas.

Cuando ya no haya motivos, seré yo quien aguarde contigo por ella.

Yo siempre, siempre tomaré tu mano. Siempre te guiaré entre la nebulosa y me encargaré de que tus ojos se confundan en mis cabellos blancos. Yo prometo siempre aferrarme a tu espalda y escuchar lo gritos de perro cuando las tardes de otoño duelan.

lunes, 31 de marzo de 2014

Con-tratos

De pronto, el trato implícito fue llorar una vez por semana... entre semana. Y ese día se siente un frío de esos que no dejan que me levante de la cama.

lunes, 24 de febrero de 2014

Yo también soy patético, don José

Yo también soy patético, por eso somos iguales, don José.  Por eso yo también tengo una habitación al lado del registro nacional y nunca llego tarde al trabajo. Por eso yo también junto recortes de diarios y revistas, inventando vidas que jamás tendré.

Sí, por eso, a diferencia tuya, yo no saldré esta noche ni mañana ni las noches que sigan, porque, como don José, yo tampoco tengo tu vida; porque somos iguales, porque yo también soy patético.

Yo también me obsesiono, por eso somos iguales, don José. Porque yo también me preocupo por ordenar correctamente los archivos y tener una caligrafía impecable que solo a nosotros nos podría importar. Yo también me resfrío y solo tengo la pena de algún vecino que me trae un insípido caldo de pollo y a mi también me da una fiebre que me hace alucinar con conversaciones con el techo, porque a mi también él me dices las verdades que yo no quiero reconocer.

(Pero yo tengo mi mujer de cabellos blancas que me susurra las cosas al oído mientras rasguña mi espalda. pero yo no me puedo mirar al espejo, porque cuando me reconozco... porque cuando me reconozco...)


Don José, ¿se da cuenta lo iguales que somos?

Por eso no saldré, como tú, esta noche ni las que vengan, no habrá celebraciones de cumpleaños ni abrazos de año nuevo, porque yo también vivo solo en una habitación al lado de mi trabajo, con una puerta que da a los registros que complementarían las fichas que toman mis noches y que son la única emoción en mi vida.

Sí, yo también soy así de patético, don José.

domingo, 9 de febrero de 2014

Caparazón

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa.

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa porque hay puertas y ventanas para escapar.

A veces, cuando el dolor es demasiado, no importa porque hay llaves en los escaparates que nos permitirán salir; hay agujeros y madrigueras que al menos permitirán que nos escondamos.

A veces cuando el dolor es demasiado, no importa porque en la cama encuentro tus cabellos blancos que me consuelan.

A veces cuando el dolor es demasiado, no importa porque tengo las llaves que abren las puertas hacia tus cabellos blancos que me mienten.


*protegen

miércoles, 5 de febrero de 2014

Frágil III

Ya no recuerdo cuántas veces he prometido jamás volver a tocarte. Cuántas veces he dicho "solo una"; no, no recuerdo cuántas veces.

He intentado alejarte, alejar tu cuerpo frío que me envuelve, que se hunde entre mis manos y (de nuevo) en mi boca, en mi boca, otra vez, muchas veces, muchas veces hasta que termines.

Ya no sé cuántas veces he prometido, cuantas le dije "Nunca más"...
(prometer para volver a buscarte)